viernes, 21 de septiembre de 2012

A Anita Amores

Todo empezó como se empiezan las grandes obras. Con sacrifício y dedicación. Quitando muchas horas a la vida para poder dar una vida a los suyos. Muchas horas arrodillada en el suelo del viejo dormitorio de la casa de la calle Pureza desde donde se divisa con privilegio el lugar exacto donde Él cayó por tercera vez y siempre permanece con rodilla en el suelo de Triana. Así con esas rodillas en el suelo y tan solo con la vieja solería como mesa de trabajo, comenzó a construirse un sueño que hoy es realidad. Las cosas nunca fueron fáciles. De Pureza a Rodrigo de Triana, ese viejo marinero que por primera vez vió el Nuevo Mundo, como ella quisiera haber visto un mundo nuevo sin dolor ni desgarro familiar.
Esas rodillas acusan tantas caídas, que se le hace lento el caminar. Pero hoy, empieza a recoger los frutos del amor que tantas veces esas manos pusieron en cada una de las miles de túnicas que abrazaron en los días grandes a los nazarenos de Sevilla.
Más de cuarenta años después aun vienen abuelos, hijos y nietos de esos abuelos buscándola por Pagés del Corro. Todos se quedaron con la perfección de unas manos. Todos recuerdan como la túnica se abrazaba a ellos el día grande de su cofradía, como ella se abrazó a su tienda para que nunca ninguna marea hundiera el barco. Cuatro décadas y sus sienes plateadas, son hoy un testimonio vivo de la historia cofrade de Triana y de Sevilla. Si conseguimos que cuente sus memorias, saldrá un libro de amores en todos los sentidos. Un libro cargado de vida y de vidas. Pero sobre todo, estoy segura que saldrá un libro lleno de agradecimientos. Tantos que harían un largo, larguísimo tramo en esa cofradía de recuerdos que todos los años vienen a Pagés del Corro en busca de ella. Esta tienda se llama desde su inicio La Casa del Cofrade. Pero lo cierto es que es la Casa de Ana, de Anita Amores. A ella, y a esas manos que tantas túnicas hicieron para felicidad de muchos, nuestro más sentido homenaje. Gracias a Dios, ya no hay que clavar las rodillas en tierra, porque su tesón y su sacrificio permanente durante cuatro décadas nos viene a demostrar, que por mucho que caigamos, una y otra vez, al final en Pureza siempre viene la Esperanza.

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