La anochecida previa a la Nochebuena supuso un giro a su vida. Ese día los cristianos celebramos la fiesta de la Virgen de la Victoria.
Y el que está sentado en su capilla de la calle San Jacinto sabe escribir con
renglones torcidos.
Nada haría pensar en ese 23 de diciembre que iba a comenzar
la construcción de un sueño. El sueño de una niña de larga melena que había
cruzado apresurada muchas veces el puente en busca de los materiales necesarios
para cimentar lo que hoy día es una empresa consolidada.
Y de repente esos renglones torcidos iban a comenzar a marcar
los renglones de la Victoria de la niña que ahora no iba a cruzar el puente,
sino que se iba a recostar durante horas en una barandilla a la espalda del
Belmonte en el que jugueteaba de pequeña para contar personas.
Y en ese conteo comenzó la construcción de un sueño. Este es
el relato de lo vivido, lo sentido, lo sufrido y porqué no, lo disfrutado.
En el principio hubo dudas, o más concretamente, grandes
dosis de prudencia. La empresa no era fácil, pero el reto apasionante.
La noche de la ilusión, dos beduinos del Rey Baltasar
lanzaban un puñado de caramelos sobre la fachada aún anónima. Era el mejor
bautizo que se podía hacer. ¿Se puede bautizar con algo mejor que el caramelo
que hace feliz a un niño? Pues así se bautizó este sueño que ya cumple un año
en el corazón de Triana.
Finalmente un 9 de enero se rubrica un proyecto desde la
atalaya de privilegio que es el mirador de la casa que es santo y seña del
Altozano y a cuyos pies se iba a fraguar una historia apasionante.
Decía Machado que se hace camino al andar y al mirar atrás se
ve el camino que no se ha de volver a pisar. Un año después miramos atrás y
recordamos ese local vacío de rojas columnas. El mismo que semanas antes
escudriñábamos en unas fotos recibidas por mail con un plano sobre el que
planteábamos una y otra distribución con la que conseguir encajar el sueño que
iniciábamos.
Y con la velocidad de un pincel sobre el óleo para convertir
el lienzo en alegre colorido llegaron los pintores, unos modestos mostradores
blancos, las bolsas azules de Ikea que sobre nuestras espaldas cargaban los
primeros artículos que hacían la mudá desde la tienda chica hasta el Altozano.
Y las visitas fugaces al laberinto de Ikea en Castilleja para buscar elementos
que convirtieran una desvencijada habitación en un escaparate decoroso. Y la
sala de ventas en un lugar digno donde exponer los artículos.
Y también llegaron los maniquíes que nos regaló el otro Corte
Inglés, el de la Plaza del Duque, porque el Corte Inglés de los nazarenos era
el sueño que estábamos construyendo. Y como los Reyes se dicen entre sí primos.
A nosotros los primos de la Plaza del Duque nos trajeron sus cuatro maniquíes,
que por aquello de la igualdad son dos mujeres y dos hombres por si no se
habían dado cuenta.
Y con los maniquíes y dos cajoneras blancas diseñadas por un
noruego vaya a saber usted dónde se montaba el primer escaparate en el corazón
de Triana. Ese escaparate tenía la frialdad de una incubadora entre las blancas
paredes de un hospital, pero poco a poco fue creciendo, haciéndose mayor hasta
llegar a hoy, donde tiene el calor y el color de la madurez acelerada con la
que ha crecido. Y el escaparate ya define un estilo de hacer las cosas lleno de
sevillanía. No en vano Curro nos ha apodado como el “Foronda de Triana”.
Hubo momentos de dudas e incertidumbres en esos últimos días
de enero por el reto asumido, pero era mucho mayor la ilusión y el sueño. Y así
llegó la primera venta. Aún no habíamos abierto al público cuando una mujer
pidió el cd de la Banda de Las Tres Caídas de Triana. Lo había en muchos
sitios, pero ella insistió:
Sin querer nos estaba señalando una de las claves: el lugar
elegido era el mejor cahiz de tierra para hacer realidad el sueño que veíamos
en las retinas mientras contábamos personas a la espalda de Belmonte.
Y la tienda comenzó a ponerse en marcha. Ahora cuando ha
pasado un año miramos hacia atrás y vemos lo rápido que pasa el tiempo y con
cuanta intensidad se ha vivido.
La Casa Del Cofrade fue en esos comienzos más casa que nunca.
Se puede decir que durante semanas vivíamos entre sus paredes, dormíamos y
amanecíamos en el Altozano. Dice la leyenda que en ese local junto al mercado
de Triana habita la “niña de la comunión”.
Una leyenda sin duda, pero lo que es una realidad es que allí
habitó semanas enteras la niña que corría en pijama al baño y que renunció a
comodidades de todo tipo para demostrar que los sueños se cumplen.
Comíamos con esos guisos que nos traían los abuelos. Y
cenábamos ese adobo tan de Triana que algún estrago hizo en nuestra forma
física. Pero algún desliz había que tener.
Y llegaron los turistas de mañanas de sábado y domingo que
nos descubrieron una nueva visión del negocio que cumplía medio siglo.
Y llegó
una noche del 24 de febrero –tenía que ser 24- en que inauguramos de forma
oficial y solemne con el alcalde de Triana y los más cercanos y allegados. Y de
nuevo el recuerdo y la memoria de dónde venimos. De esa calle Pureza, de
Rodrigo de Triana y de las capas cortadas en el suelo del viejo dormitorio
familiar en los altos del Bar Santana.
El Altozano comenzaba a brotar día a día pero con el rabillo del ojo aun había que estar atentos a la tienda chica. Allí seguía el pozo de la sabiduría que es Anita Amores, su madre, y el pozo de la serenidad que es Sandra, su leal compañera.
Ellas saben mejor que nadie de su esfuerzo, de su empeño en
desdoblarse a una y otra tienda.
Cuando la ciudad bulle ruidosa en Los Remedios era el momento elegido para de forma silenciosa, sin hacer ruido, cerrar una etapa, una década labrada también con mucho esfuerzo.
Y la tienda chica de la calle Pagés
del Corro pasaba a la historia, a la memoria colectiva de miles de nazarenos que
allí vistieron su primera túnica.
En plena explosión de la primavera sevillana, en Feria de Abril, el sueño se había hecho realidad. La Casa Del Cofrade, en el corazón de Triana era la gran Victoria de esa niña de larga melena que de pequeña cruzaba apresurada el puente.
Ahora las prisas eran otras: su iphone con más velocidad, sus redes sociales, sus artículos singulares y una cuestión que quizás pueda parecer normal, pero que es realmente parte importante del éxito: la tienda hoy es lo que ella siempre quiso que fuera, es su proyecto de vida, su reto hecho realidad. Todo en esas cuatro paredes es a su imagen y semejanza. Nada escapa a su sello personal.
Lo mismo elige con acierto el papel que decora sus paredes
que es capaz en cinco palabras y una foto conseguir más de cien retuits en la
red de microbloging. Formada y forjada por numerosas experiencias vitales ha
demostrado el talento que tantos le negaron.
Ha pasado un año y ya no hay esos miedos de los inicios.
Ahora el escaparate no es el desangelado de los muebles blancos de Ikea, sino
que su techo –elegido por ella- es una capilla Sixtina en el corazón de Triana.
Todo se ha transformado en su momento y a su ritmo.
Y ahora la calidez de sus paredes invitan a permanecer en su interior para mirar la Giralda tras sus ventanales, al igual que yo miré un Viernes Santo marcharse al Nazareno de la calle Castilla hacia Sevilla. Y también en ese momento tuvo ella la sensibilidad llena de afecto para captar ese adiós silencioso.
Y ahora la calidez de sus paredes invitan a permanecer en su interior para mirar la Giralda tras sus ventanales, al igual que yo miré un Viernes Santo marcharse al Nazareno de la calle Castilla hacia Sevilla. Y también en ese momento tuvo ella la sensibilidad llena de afecto para captar ese adiós silencioso.
Se podría escribir un libro de anécdotas, de emociones, de
sonrisas y de alguna que otra lágrima. Podríamos escribir sesudos comentarios
sobre el modelo de negocio y lo variado de la nueva clientela. Pero quizás lo
más certero es que después de cincuenta años no hacen túnicas de nazarenos,
sino que siguen creando emociones. Y en el fondo lo que ha hecho el que está
sentado en su capilla de la calle San Jacinto es recompensar esa creación de
emociones haciendo que el sueño de la que le imploraba en la azotea de Pureza
sea hoy por hoy una realidad.
El sueño está construido con su mano firme, sin
que tiemble como tembló poniéndole a El sus potencias una noche de febrero.
Hitos de inviernos que han traído una nueva primavera a su vida.
Y a mí, al plumilla de la casa, me tocó escribir la historia de la construcción del sueño, pero
también me tocó lo más hermoso de todo, que ha sido vivirlo a su lado. Por eso
puedo decir con rotundidad, parafraseando a Rodríguez Buzón que mujeres habrá,
pero como tú ninguna.
Un año después de coger las llaves que abrían las puertas al
sueño.
Buenas noches princesa.
Antonio Silva
Periodista